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Silvia Rivero y Leo Espíndola en el Vera, esperando la función de esta noche.

Frente a Silvia Rivero y Leo Espíndola, uno solamente debe quedarse callado y escuchar. O abrir bien los ojos para entender. O cerrarlos muy fuerte para sentir. Ambos saben de teatro y juntos actuaron en “La patética revista correntina” hace dos años y antes de que Leo se radique en Buenos Aires para estudiar en el Instituto Universitario Nacional del Arte. Ahora, cuando Silvia se prepara para subir a escena como actriz en el unipersonal “4.48 Psicosis”, nada más oportuno que sentarlos a charlar para presenciar el vértigo que anticipa el estreno y ser parte del proceso individual que está elaborando Leo como integrante de la “comunidad Muscari”.
Un breve apunte del cómo y por qué, dirá que Silvia Rivero proviene de una familia donde el lenguaje teatral era cotidiano, por aquello de actuar que ya sabían hacer su mamá, Amparo Iñiguez y su tío Alberto. Que la experiencia como educadora la fue acercando al ambiente con claras intenciones de comunicar a través del juego y como jugar es cosa seria, el compartir la llevó a exponer y a disfrutar; de allí a la doble dosis de adrenalina por hacer la obra y por explorar las propias emociones, hubo un solo paso.
“Una vez que el actor domina la técnica y se apropia de ella, se libera. El libreto se sabe sin pensarlo porque es la única manera de disfrutarlo”, contesta a la pregunta de quien ignora y se asombra por la aprehensión de un texto y la no intervención de agentes externos que perturben el desarrollo de la obra.
“En el caso de ’4.48 Psicosis’, tomó una estética diferente, el unipersonal se extiende por una hora, es una obra poética que no permite cambiar una palabra por otra. La autora ( inglesa, Sarah Kane) expresa vivencias complicadas de manera complicada y tuvimos que seguir con Hernán (Sfiligoy, el director) el ritmo y la métrica sin descuidar la traducción. Para mantener la propuesta de ella y porque el eje es la palabra, de allí el acento minimalista que realza lo que el texto ofrece”, señala.
Tanto “Chau, Misterix” (dirigida por Silvia, actuada por alumnos de Bambalinas, se estrenó en el mes de agosto en el Vera) y “4.48 Psicosis”, son resultados del Seminario de Capacitación en Dirección con Monitoreo Asistido, dictado por Rubén Szchumacher en el marco del Plan Regional del Chaco 2009-2010 del Instituto Nacional de Teatro, del que participaron Rivero y Sfiligoy. “La gente que hace teatro en Corrientes se forma y el resultado está a la vista. Aunque el público no cree en las puestas locales y desconoce su mérito, una vez que se acerca se sorprende y es el nivel de calidad lo que provoca ese impacto”. Silvia sin embargo confiesa “Estoy acá, disfruto acá, estoy decidida, focalizada y entercada en que se valore el trabajo del actor adolescente, porque oportunidades hay muchas y nada es casual. Como le pasó a Leo, tienen que confluir el talento, el esfuerzo y el momento justo. Me parece interesante que lo hayan elegido por lo que es, una sumatoria de lo anterior, más eso especial que no se consigue con entrenamiento y que él ha focalizado con seriedad y responsabilidad en su trabajo.
Hoy a las 21:30 en el Teatro Oficial “Juan de Vera”, “4.48 Psicosis”, de Sarah Kane sube a escena, con la actuación de Silvia Rivero y dirección de Hernán Sfiligoy.

“Aunque creo en los grises no me permito el titubeo”
Leo Espíndola no para de hablar aunque esté callado, porque a cada palabra de Silvia responde con lenguaje gestual y cuando le toca el turno de responder, es como si continuara. “Parte de una búsqueda personal. Desde los 13 hice teatro en Corrientes y ahora tengo 21, supe sacar provecho a lo que me enseñaron Mauro (Santamaría) y Silvia (Rivero)”. Se refiere al hecho de ir a estudiar a Buenos Aires y de presentarse a un casting para la obra “Feisbuk”, que estrenaba nada menos que José María Muscari, autor del libreto y la dirección.
Aquello de talento-esfuerzo-momento justo se materializó en la propuesta teatral que desde agosto y hasta noviembre se presenta en la Ciudad Cultural Konex y Leo forma parte de uno de los siete elencos (raros, no se puede definir) donde a diferencia de los demás, todos son actores.
Justamente, pantalla virtual de por medio, Leo se enteró del llamado del director y allá fue, convencido de su suerte. “Me perdí toda la primera etapa de Muscari porque era muy joven, él hace teatro desde los 18. Lo vi en “Auténtico”, una performática con cruce de lenguaje y de protesta sin posibilidad de falla, como es el mundo Muscari”, recuerda.
“No soy de esos actores en formación que están entre el tobogán y la arena.
Yo no me permito el titubeo a pesar de que creo en los grises. El actor como persona puede tener dudas, pero ésta no es una profesión para débiles. Lo que estoy haciendo ahora no es casual, yo valoro la responsabilidad y me desbordo, porque el ciclo de teatro se termina de formar con la mirada de afuera. Apunto alto, no lejos; para rebotar me vuelvo a casa”, dispara.
“El teatro de Muscari es súper vertiginoso, necesitas cinco manzanas y dos yogurísimos encima para seguirle el ritmo. Trato de exigirme dentro de mi naturalidad y lo tomo como una experiencia única. Me seduce conocer gente nueva, tener relación con los que merodean la fama”, dice. “Esto es lo que me gusta hacer y me pongo la camiseta de la obra aunque mucha gente va por Muscari, por el respeto y la admiración que genera el acercamiento con este hombre absolutamente responsable y omnipresente, que sabe lo que vale como exponente”, agrega.
En las escalinatas del Vera está Silvia, que sigue el ensayo en otra sala. Mochila al hombro, Leo se despide: “Poné que esto que soy le debo a Corrientes, mi base formativa estuvo acá. Y mencioná a mis viejos también, sobre todo al viejo, que es incondicional”. Hecho.
Moni Munilla